El feminismo ha nacido del machismo y del hembrismo, de querer conseguir una igualdad entre hombres y mujeres, entre los cuales ninguno de los géneros se quede discriminado. Esto viene porque desde el primer momento de nuestra existencia, los hombres han tenido mayor prioridad, mayor privilegio que la mujer:
• Los hombres trabajan “duramente” en el campo y son los encargados de mantener a la familia, mientras la mujer debe quedarse en casa cuidando de los hijos y haciendo las tareas del hogar.
• Salario de la mujer un 17% más bajo que del hombre.
• Trabajos menos duros y sencillos dedicados para mujeres.
• Influencia en el lenguaje, dando mayor prioridad al masculino.

Personalmente, me considero feminista y busco la igualdad entre el hombre y la mujer, ya no por el hecho de ser una, sino porque las circunstancias que a lo largo de la historia han afectado a ésta, me parecen humillantes y demuestran el poco avance ideológico del ser humano, y además porque antes de ser mujer u hombre, todos y cada uno de nosotros somos personas, y el respeto entre todos es el que se necesita para dar lugar a una sociedad estable y sin ninguna discriminación por ser mujer, hombre, bajo, alto, guapo, feo, listo, tonto,… Todos somos personas, repito, y por ello nadie debe ser menospreciado o ser privado de sus derechos.
Parece, o se quiere creer, que cada vez el feminismo está apoderándose de la situación, pero no es así; todavía seguimos conservando esa mentalidad arcaica y teniendo una actitud machista.

Todos tenemos libertad de opinión y como tal, cada uno tiene su manera de ver las cosas y hay que respetarlas siempre y cuando no afecten a nuestra vida. Como por ejemplo, si un chico le han enseñado que cuanto más ligue es un triunfador, mientras que, una chica, cuanto más ligue es una “puta”, quizás si sabe guardarlo para sí mismo todo pueda sobrellevarse, pero si a cada chica que es así, la considera y la maltrata llamándole “puta”, entonces eso no debe respetarse, porque su manera de ver las cosas esta afectando a los demás, no está respetando a la persona que se lo dice.

¿De verdad que un hombre va a jugarse todo lo que tiene, sin motivo alguno, por conseguir la igualdad?
Así es como muchas personas lo ven, e incluso las mujeres lo apoyan y lo defienden más que muchos hombres, porque consideran que la mujer perfecta es aquella sumisa y obediente que atiende a su hombre, sus placeres y satisfacciones, es decir un juguete de niños pequeños e inconscientes.

Puede que sea duro asimilar la perdida de algunos privilegios, pero si seguimos así, sin valorar el trabajo, los derechos, … la vida en sí de la mujer, si la despreciamos tan solo por ser una mujer, acabaremos con ella y si acabamos con ella, acabamos con el mundo entero, igual que si acabamos con el hombre. Por ello, no hay que superponer a ninguno de los géneros, no hay que dar más importancia a unos u otros, sino valorar y considerar por igual a ambos, porque ambos son igual de necesarios, de imprescindibles en el mundo y en el desarrollo de nuestro conocimiento, de nuestra evolución, de nuestra vida, …
Debemos apostar todos por esto, por seguir adelante y conseguir la igualdad y el valor que todos tenemos, cueste lo que cueste para poder demostrar que es verdad que existe esa igualdad, que todos podemos llegar a ser lo que queremos, brillando por nuestra propia esencia, pero sin apagar la esencia de los demás, es decir, conservando los derechos que todos tenemos que es la clave del éxito de la convivencia en la humanidad.
Colaborando todo tiene su mayor recompensa, pero siempre que se reparta por igual. Antes, parecía que daba rabia que una mujer pudiera llegar a ganar un premio, que podían superar sus habilidades a las del hombre. Por ejemplo, hasta 1903 ninguna mujer recibió un premio nobel, y fue Marie Curie la pionera en esto. Tampoco ninguna mujer recibió un Goya de honor hasta 1988 que fue concedido a Rafaela Aparicio. Estos y muchos más ejemplos, se conocen a lo largo de nuestra historia y demuestran como en pocas ocasiones la mujer ha estado valorada como le corresponde.
Es verdad que también se nos han concedido muchos días a nuestro honor, como para demostrar que somos importantes, que tenemos un día. Todo eso está muy bien, pero en mi caso, preferiría no tener ningún día especial en el que se me tenga que premiar o valorar más por ser mujer. Eso no tendría que ser así, si no que se debería hacer todos los días y no solo uno. O, por ejemplo, el día contra la violencia de género. También está genial, tener un día para honrar a todas aquellas, que han sufrido un maltrato físico y psicológico por hombres, sin ser merecidas de aquel sufrimiento o de un terrible final para muchas, como ha sido la muerte. Pero yo preferiría que no se hubiera producido ningún caso de violencia de género, que hubiera un respeto entre el hombre y la mujer y así no habría que dedicar un día especial para defender algo que es completamente evitable. Como bien dice mi padre: “Está bien pedir perdón, pero algo mejor que eso, es no tener que pedirlo.”
Ojalá algún día, dejemos de celebrar días dedicados solo para la mujer, porque eso significará que hemos llegado al punto en el que todos los días, la mujer y el hombre van a la par, se respetan los unos a los otros y juntos, consiguen brillar y demostrar su especial esencia, sin importar de donde vengan, lo que hacen, lo que viven y ni mucho menos, sin importar quienes y qué son.
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