Toda esta historia está situada en la ciudad de Campillos de
los Reales, el cual, es un pueblo pequeño, pero muy famoso por su cebolla y sus
habitantes cotillas.
Sus calles, estaban siempre repletas de gente y sus aires
llenos de rumores.
Siempre, había una historia interesante y con varias
versiones, las cuales cada uno cambiaba según el morbo que consideraba
necesario para poder hacer una montaña de un grano de arena.
Por mucho que se quisiera, en Campillos de los Reales, no
existía la privacidad ni los secretos.
El morbo era la sangre de los cuerpos de sus habitantes.
A día de hoy, el tema más comentado por los realinos, era la
última noticia de la joven guapísima y encantadora Juana Persiana.
Juana era perteneciente a una familia de mucho prestigio y
respeto. Su familia tenía a su cargo una empresa, que hasta el momento se había
extendido por toda la comarca.
Desde que nació, Juana había sido admirada por esa mirada
soñadora y fugaz que transmitían sus ojos castaños. Su pelo era largo y de un
marrón claro. Su carita era adorable y redondita con unas mejillas rosadas.
Tenía una altura considerable y una figura marcada y muy cerca
del canon de belleza que en esta época se tenía: delgada, bien proporcionada, …
Se le conocía como a una chica alegre, encantadora,
simpática y muy sensata. Todo el mundo decía que daba gozo el mantener una
conversación con ella, o simplemente un cruce de miradas. Sus ojos brillantes,
hacían que cualquier pena se olvidara.
Desde su juventud, ésta había sido siempre muy reclamada y
solicitada por los mozos del pueblo y alrededores.
Juana, era una apasionada de la lectura y sobre todo de la
lectura romántica, aquella en la que el amor era perfecto y siempre a la
princesa le llegaba su príncipe azul.
Por muy sensata que ella fuera, aunque sabía que aquellos
príncipes azules no existían, tenía la esperanza que en algún momento su media
naranja, la persona que complementaría sus días, llegaría.
Por esta razón, por muchas solicitudes que ella tuviera,
nunca fue capaz de intentar dar el paso con cualquier chico, porque no estaba
segura de que aquel fuera el indicado, …
Fueron pasando los años, Juana ya era licenciada en
administración de empresas, había tomado el poder de aquel negocio de su
familia y por fin años esperando, Juana encontró aquel hombre que ella
consideraba idóneo.
Marco Pérez, que así es como se llamaba, era guapo,
inteligente, amable, cariñoso y de mucho mundo.
Juana y el pueblo entero adoraban ciegamente a Marco. Tan
ciegamente que nadie, ni la propia Juana fue capaz de darse cuenta de quién era
de verdad Marco Pérez.
Llevaban ya un par de años festejando y la verdad que, hasta
el momento, no se había comentado nada malo, ni un pequeño detalle de la pareja
en Campillos de los Reales.
Todo el pueblo, e incluso las cotillas, Eugenia y Gloria,
admiraba el matrimonio de Juana y Marco. Lo consideraban perfecto y lleno de
felicidad.
Pero todo aquello, solo lo decían los que no estaban dentro
de aquel infierno por el que Juana vivía.
Ambos estudiaron lo mismo, administración de empresas. Juana
por continuar con el negocio familiar y Marco por obligación ya que su padre le
impedía estudiar lo que más quería. Artes escénicas.
Con el tiempo, Marco fue tomando todo el poder de aquella
empresa, dejando de lado incluso a el padre y a los tíos de Juana que eran los
que habían dedicado todo su empeño en hacer una pequeña empresa de pueblo, en
una empresa provincial.
Marco, siempre le decía a Juana, que, aunque ella fuese
titulada por lo mismo, no tenía unos conocimientos básicos para poder afrontar
la dureza de sobrellevar una empresa.
Juana que estaba tan ciegamente enamorada de Marco, no puso
ningún impedimento, ni quitaba la razón a Marco.
Pasados unos meses, Marco pidió la mano a Juana y está sin
pensarlo dos veces dijo que sí. En aquel momento de euforia, emoción y alegría,
ni Juana ni nadie cercano, se dio cuenta que Marco solo quería casarse por
conveniencia, para poder aprovecharse de los beneficios de la empresa.
Años más tarde la pareja tuvo una hija, María, la cual era
guapísima como sus padres. Sus ojos eran como los de su madre y los labios y
nariz como su padre.
El nacimiento de aquella preciosidad, estuvo en boca de todo
el pueblo durante un par de semanas. También se decía que Juana tras el parto
quedo algo desmejorada. Su brillo y su alegría habían desaparecido.
Salieron entonces, Eugenia y
Gloria. Una de ellas decía con firmeza que Juana estaba así por el parto y que
era normal, al ser madre primeriza. La otra, sin embargo, no estaba tan segura
de los pensamientos de su amiga cotilla. Creía que, dentro de todo, había algo
escondido. Que la felicidad tan admirada, quizás solo estuviera idealizada.
En enfoque muy al estilo de los realistas del XIX del peso de la sociedad sobre las personas, concretamente las mujeres. Genial. Belén.
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