Una tarde de frío invierno, en
fechas cercanas a la Navidad, me encontraba en casa de mi tía, decorándola con
adornos navideños y montando el Belén. Al terminar me invitó a un chocolate
caliente con dulces y a charlar un rato.
Yo que soy muy curiosa, le
pregunté si había alguna historia típica del pueblo de Ahillones y durante la
tarde, no hizo más que contarme todas las historias del pueblo. Todas y cada
una de ellas tenían sus peculiaridades, pero la que sin lugar a duda me llamó
más la atención fue la que mi tía llamaba “La ovejita burda” y que dice así:
Todas las noches un pastor volvía del
campo con su burra cargada de canastos llenos de olivas para así a la mañana
siguiente llevarlos al molino.
Para volver a casa, pasaba por
la Fuente del Horno y allí dejaba a su burra descansar un rato y beber agua.
Una noche pasando por allí,
una oveja blanca y reluciente se le apareció y durante la estancia del pastor
allí la oveja no se movió. El pastor algo extrañado, pensó que se habría
escapado de algún rebaño y no le dio demasiada importancia, por lo que la dejó
allí.
Al día siguiente en el mismo
sitio y unos minutos después de llegar él volvió a aparecer la misma ovejita
blanca y reluciente. Así sucedió todos los días hasta que el pastor sin
entender porque se le aparecía todas las noches a él gritó “¡OVEJA VETE DE
AQUÍ!”. Ésta ni se inmuto, por lo que el pastor la enganchó a su burra para así
llevársela consigo a casa.
Una vez enganchada la oveja
empezó a resistirse e intentando escapar se rompió la pata. El pastor la dejó
escapar y pensó que así no le molestaría nunca más.
Sin embargo, al día siguiente
en la misma fuente se encontró a un hombre vestido de blanco y con la pierna
rota, se le quedó mirando fijamente.
Así pues, aquel pastor
entendió que no era una oveja la que se presentaba todas las noches para contemplarle,
sino otro pastor que se convertía en oveja.
Son cosas de brujas, dijo mí
tía.
¡Me encanta!
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